Relojes del mañana: Diseño especulativo desde la muñeca
Al escuchar la expresión “KITT, come here!”, muchas personas evocamos de inmediato la imagen de Michael Knight —interpretado por David Hasselhoff en la serie Knight Rider (1982–1986), conocida en España como El coche fantástico— hablándole a su reloj para comunicarse con su vehículo dotado de inteligencia artificial, KITT. Este es solo uno de los muchos ejemplos en los que la ciencia ficción muestra cómo el reloj de muñeca, frente a otros dispositivos corporales como anillos, gafas, pulseras, pendientes, colgantes o prendas de vestir, se ha consolidado por méritos propios como un objeto emblemático: una herramienta versátil y poderosa dentro de la narrativa, que sigue fascinando al combinar la familiaridad de lo cotidiano con el asombro de lo tecnológicamente inédito.
Este tipo de dispositivos, llamados wearables, plantea la pregunta de hasta dónde estamos —o estaríamos— dispuestos a integrar lo tecnológico en nuestro cuerpo. El reloj mecánico es una tecnología en sí misma: una tecnología analógica que se distingue de la digital, propia de los relojes de cuarzo o los smartwatches. Ambas pueden coexistir en un mismo dispositivo y, en la ficción especulativa, esta convivencia se amplía aún más: junto a estas dos formas tecnológicas, aparecen muchas otras que a menudo traspasan el umbral de lo concebible, adentrándose en territorios que la técnica actual aún no puede alcanzar.
En este contexto, el reloj futurista que aparece con frecuencia en relatos de ciencia ficción suele responder a una lógica transhumanista: amplía nuestras capacidades sin disolver del todo la individualidad del usuario. Nos permite, por ejemplo, comunicarnos, geolocalizarnos o monitorizar nuestras constantes vitales, pero sigue siendo un artefacto externo, identificable y extraíble.
Por contra, otros wearables como los implantes neuronales, las lentes inteligentes, las prótesis sensoriales o los textiles inteligentes se acercan al paradigma posthumanista: no solo aumentan funciones, sino que desdibujan los límites entre cuerpo y máquina. Ya no se trata de portar tecnología, sino de coexistir con ella. Algunos dispositivos de muñeca en la ficción, como el Omnitrix de Ben 10 o los morfers de Power Rangers, se sitúan claramente en este imaginario posthumano.
A su vez, los relojes inteligentes contemporáneos —capaces de registrar datos biométricos, conectarse a redes sociales o anticipar hábitos— podrían vincularse al neo-humanismo o humanismo digital: una visión en la que lo
humano se redefine en diálogo constante con datos, algoritmos y dispositivos que modifican nuestra forma de estar en el mundo.
Desde las primeras fantasías tecnológicas del siglo XX, como el reloj con radio de dos vías de Dick Tracy (1946), pasando por los comunicadores de Thunderbirds (1965), los relojes multifunción de Penny, conocida como Sophie en España y Francia, en Inspector Gadget (1983), el Comlink de Knight Rider (1982–1986) o los sofisticados gadgets de James Bond (como el Rolex Submariner 5513, el Seiko 0674 LC, el Seiko TV Watch o el Omega Seamaster Professional 300M Quartz), el reloj de muñeca ha servido como proyección de los deseos tecnológicos de cada época.
Ya sea como herramienta de espionaje, canal de comunicación o interfaz simbiótica, el reloj especulativo ha funcionado como símbolo de transición entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser.
En cómics, series y películas, el reloj de pulsera se ha imaginado como comunicador, arma, ordenador portátil o incluso dispositivo de transformación. A continuación, repasamos algunos ejemplos icónicos y su eco en la tecnología actual.
I. Voces desde la muñeca: relojes comunicadores
Dick Tracy actualizó su reloj en 1964 con una pantalla de TV, anticipando las videollamadas. Una muestra del potencial narrativo que puede concentrarse en un solo reloj dentro de la ciencia ficción es el dispositivo que utiliza Penny en Inspector Gadget (1983): un verdadero arsenal tecnológico en miniatura, capaz de llevar a cabo funciones como la comunicación por video con Brain, su perro —llamado Sultán en España y Francia—, y otros contactos, análisis químico y biológico, localizador, calculadora, mapeo satelital/GPS, contador Geiger, detector de sistemas electrónicos, electroimán, transmisor de interferencia electromagnética, hacking de sistemas electromecánicos, linterna y láser. En Knight Rider (1982), Michael Knight contactaba con KITT mediante el Comlink, un reloj con micrófono, cámara y escáner. Estas fantasías anticiparon funciones hoy comunes en los relojes inteligentes.
II. Herramientas secretas: relojes espía James Bond popularizó los relojes gadget. En Live and Let Die (1973), Roger Moore usa un Rolex Submariner 5513 con imán y sierra circular. En The Spy Who Loved Me (1977), lleva un Seiko 0674 LC que imprime mensajes en cinta. En Octopussy (1983), el Seiko TV Watch recibe transmisiones del MI6. En GoldenEye (1995), el Omega Seamaster Professional 300M Quartz de Pierce Brosnan incorpora un láser cortante.
En la franquicia Kingsman, los agentes británicos portan un TAG Heuer Connected Modular 45 espía, con funciones de hackeo, dardos eléctricos y detonadores (mientras que los agentes estadounidenses emplean un TAG Heuer Monaco). En Detective Conan (desde 1994), el protagonista usa un reloj que dispara dardos tranquilizantes y, más adelante, incluye linterna y comunicación satelital. III. Poderes y metamorfosis: más allá de lo humano En Ben 10 (2005), el Omnitrix permite al joven Ben transformarse en diez alienígenas diferentes, combinando ADN extraterrestre y un diseño tipo reloj digital grueso. En MegaMan NT Warrior (2001), los PET (Personal Terminal), a veces llevados en la muñeca, permiten conectarse con IAs como MegaMan.EXE para combatir virus en mundos virtuales. En Cyborg 009 (1964), los protagonistas tienen habilidades especiales integradas, anticipando la fusión entre cuerpo y tecnología – una idea que más tarde se reflejaría en dispositivos de muñeca con funciones aumentadas.
IV. Entre ficción y realidad Hoy, smartwatches como el Apple Watch, el Samsung Galaxy Watch o el Huawei Watch permiten hacer llamadas, pagar en establecimientos, monitorizar funciones corporales y más. Sin embargo, en The Expanse (2015), los personajes usan tabletas holográficas como dispositivos personales, relegando los relojes clásicos (como el que lleva el detective Miller, un Nixon The Dork Classic) solo a dar la hora. Así, el reloj puede seguir siendo ícono de futuro, o dejar paso a nuevas formas de tecnología ponible. CONCLUSIÓN En conclusión, el reloj futurista sigue materializando, en la cultura popular, el anhelo de concentrar en la muñeca las tecnologías más disruptivas. No es casual que la industria relojera persista en su apuesta por la miniaturización y la integración de funciones cada vez más avanzadas. Con cada nueva generación de smartwatches —y de relojes que hibridan la mecánica tradicional con capacidades digitales— se difumina un poco más la frontera entre la ciencia ficción y la vida cotidiana, preparándonos, quizá sin saberlo, para nuestra siguiente gran aventura.