Un error que se convirtió en historia.
La década de los 60 es una de mis favoritas, me encantan los relojes herramienta y en cuanto a relojería se refiere, el desarrollo de este tipo de relojes en esa época es brutal, si entendemos herramienta como un instrumento para medir el tiempo en diferentes circunstancias. Es decir, no en cuanto a la innovación técnica de algo sofisticado como el tourbillon, sino en una época en la que el ser humano se aventuraba al espacio y a descubrir el fondo del mar, haciéndose palpable una herramienta para medir y calcular tiempos de forma muy precisa.
Esta segunda parte relacionada con el fondo marino, cada vez capta más mi atención. Los relojes de buceo ahora son bastante comunes, incluso un smartphone puede sumergirse, es decir es algo ya habitual, pero supuso un gran reto para los fabricantes de relojes, especialmente según aumentaba la profundidad a la que se iba a usar el reloj.
En este campo uno de los grandes jugadores fue Omega, que podría decirse que junto a COMEX desarrolló uno de los relojes de buceo más icónicos que existen y que no deja indiferente a nadie, lo amas o lo odias.
Este fue el Seamaster 600, un reloj con una historia cargada de cambios y errores anecdóticos, que hacen que el reloj hoy en día sea aun más coleccionable y forma parte de su historia.
El primer error y que tiene una gran importancia en la historia del modelo es su nombre, ya que comúnmente se le conoce como Ploprof, esto se debe a una combinación de las palabras "Plongeur Professionnel" (en francés, Buceador Profesional), pero que originalmente no estaba destinado para el Seamaster 600 sino para el Seamaster 1000, es decir otro modelo que no se parecía y que recibió este nombre por su resistencia al agua, siendo capaz de soportar profundidades de hasta 1000 metros.
Sin embargo en 2007 Marco Richon publicó Omegamania, que se considera una obra de referencia en la historia de Omega, pero debido a un malentendido la actualización del Seamaster 600 que ahora constaba con una resistencia de 1200 m aparecía como Ploprof 1200 y en realidad nunca se llamó así inicialmente. Con el tiempo, el nombre Ploprof se popularizó y se asoció con el reloj de buceo de Omega, aunque no reflejaba correctamente la evolución de los modelos.
Dejando a parte el nombre, el reloj tiene un montón de variaciones como por ejemplo cuatro tipos de agujas diferentes, seis biseles, tres coronas, tres tipos de cajas, ocho diales y vamos a dejar a parte las correas. Como ves desde el punto de un coleccionista esto es una maravilla para clasificar y seleccionar unidades, en base a su configuración de origen y piezas de época.
Y precisamente en la búsqueda de la configuración es donde se produce uno de errores que dan como resultado algunas de las unidades más codiciadas por los coleccionistas, dejando a parte los prototipos de COMEX.
El Seamaster 600 cuenta con caja monobloque, es decir está realizado en una sola pieza de metal y la forma de acceder al calibre es mediante el cristal. Esta construcción forma parte de la estrategia utilizada por Omega a la hora de afrontar el desafío del buceo de saturación sin el empleo de una válvula de helio.
La tapa trasera de la caja en los relojes de la marca normalmente viene estampada, pero en este al ser monobloque, no hay tapa trasera como tal, aunque sí cuenta con los mismo grabados y sellos en el interior de la caja. Algunos de estos, se hicieron por accidente del revés en las cajas, es decir venían volteados verticalmente 180 grados.
Esto es muy complicado identificarlo sin desmontar el reloj, con lo cual hace que no se sepa que unidades lo llevan o no. Además de que al ser monobloque no todos los relojeros, al menos de la época, estaban habituados a abrir este tipo de piezas y desconocían el modelo. Dando como resultado que tras su servicio los relojes se ensamblasen al revés, es decir cuando normalmente la corona se situaba a las 9, ahora se situaba a las 3.
Desde el punto de vista de un relojero que no conoce el modelo tiene todo el sentido, ya que la corona a las 3 es más habitual y además los sellos quedaban del derecho. El problema es que el reloj aunque seguía siendo funcional dificultaba su manipulación con una sola mano, que en parte ese diseño respondía a esto.
El resultado es que por mucho tiempo estos relojes permanecieron mal montados, hasta que en las subastas, los coleccionistas empezaron a entender por qué algunos venían con una configuración diferente si Omega nunca los fabricó así. Eran las piezas que tanto buscaban, las de los sellos en el interior del revés y así empezó a resultar fácil identificarlos, si el reloj está mal ensamblado debía corresponder a un porqué.
Con el tiempo este error anecdótico se ha convertido en una práctica bastante habitual, montarlos volteados para que sea fácil identificar que se trata de una unidad rara.
El ejemplo más interesante es el asignado a uno de los buzos de Cousteau durante la década de 1970 entre Marsella y Córcega. Este además de contar con una caja de las buscadas, cuenta con el valor de pertenecer a uno de los integrantes del equipo de investigación de uno de los buceadores más importantes de la historia.